Nuestro nombre. Origen y evolución

PREÁMBULO

San José Manyanet tuvo siempre una concepción unitaria de los dos Institutos. En 1864 fundó los Hijos de la Sagrada Familia y su obra se completó al fundar el Instituto femenino al que, obviamente, dio el mismo nombre: Hijas de la Sagrada Familia. Tanto en un caso como en otro a veces se añadían los nombres Jesús, María y José[1].

Dada esta premisa, entendemos que cualquier escrito que el Padre dirige a los Hijos nos lo envía a nosotras:

Reanima tu fe, vuelve tus miradas a los divinos modelos de la Casa de Nazaret, entra en esta santa morada… escucha sus saludables lecciones, aprovéchate de ellas…[2].

“¡Al pensar, Dios mío, en el inapreciable favor que me habéis dispensado al llamarme al Instituto de Hijos de la Sagrada Familia y no haber correspondido siempre a los designios que Vos tenéis sobre mí, me lleno de confusión y vergüenza!”[3].

Sabido es que para hablar de Fundador o Fundadora de un Instituto hacen falta algunos rasgos que sobradamente se cumplen en san José Manyanet: que haya dado Reglas, nombre, hábito y misión.

Manyanet nos dio un nombre. Con la misma autoridad con que José pone nombre al Niño, él nos da un nombre, pues somos sus hijas. El nombre, decía un poeta alemán, es como la muralla de la ciudad. La muralla no es la ciudad, pero la indica y anticipa. El nombre es la persona, la identidad de una Institución, su misma realidad misteriosa en cuanto se nos manifiesta. Nomen est omen. El nombre es definición y misión. Como saeta lanzada, el nombre habla de quien lanza al espacio, pero habla también de trayecto y destino.

El nombre es un augurio, un programa, nunca una etiqueta. El nombre caracteriza. Hay que vivir en unidad y verdad para mantener un pluralismo que sólo tiene razón de ser cuando hay fisonomía, estilo. Cada familia da un sello, un aire. Un sentir, pensar y hablar. Porque se nos ha dado un nombre al que ser fiel y engrandecer.

LAS PRIMERAS CONSTITUCIONES DE LAS HIJAS DE LA SAGRADA FAMILIA

En la cabecera del primer texto constitucional, del año 1874, puede leerse:

Escritas y ordenadas por el Rdo. P. José Manyanet, fundador de dicho Instituto

y con autorización del Excmo. e Ilmo. Sr. D. José Caixal, obispo de Urgell.

REGLAS Y CONSTITUCIONES

Para las Religiosas de la Sagrada Familia Jesús, María y José. 1874.

Ita est. José Manyanet Vives, Pbro. S.F. (firmado y rubricado)”.

 Y en el capítulo primero se insiste en el nombre:

Capítulo 1º. Del objeto o fin principal del Instituto

El nombre o invocación de este Instituto será: “Congregación de las Hijas de la Sagrada Familia Jesús, María y José”, cuyas virtudes procurarán eficazmente imitar y cuyo culto se esmerarán en propagar”.

Aunque no existe un punto dedicado a glosar el nombre, a lo largo de las Constituciones se traza el perfil de la religiosa en cuanto su condición de Hija. El nombre se retoma solemnemente en la fórmula de profesión de votos:

Escuchad, cielos, lo que voy a pronunciar; oiga la tierra mis palabras. Yo, N.N., natural de N., aunque polvo y ceniza, no obstante, movida de la divina gracia, teniendo un pleno conocimiento y práctica de la Regla y Constituciones del Instituto llamado Congregación de las Hijas de la Sagrada Familia Jesús, María y José…”

En la correspondencia del padre Manyanet y madre Encarnación es abundante la referencia natural a la Sagrada Familia, a quien a veces citan por los nombres, Jesús, María y José, o bien por el apelativo de Padres y Patronos. De vez en cuando aparecen sentidos deseos de “Gloria a la Sagrada Familia”.

En estos primeros años se forja toda nuestra espiritualidad y se subraya particularmente un rasgo: la filiación.

Porque no en vano nos han honrado sobre tantos otros con el dulce y amoroso título y agradable nombre de Hijos de la Sagrada Familia, nombre por cierto más suave que el néctar y más dulce que la miel para todos aquellos que verdaderamente son llamados a llevarlo y se esfuerzan ellos por honrarlo[4].

Entre 1874 y 1880 la obra femenina de san José Manyanet es reconocida por la Iglesia como Hijas de la Sagrada Familia.

DESPUÉS DE TALARN: LAS CONDICIONES DEL OBISPO

Después del capítulo de Talarn (1880), las religiosas fieles al padre Manyanet, que o bien salen o son expulsadas del Instituto, reorganizan su vida comunitaria en Barcelona y se establecen en un piso de la calle Santa Anna. El padre Manyanet eleva, el 22 de abril de 1884, una súplica al Papa para poder tener oratorio en todas las casas de los Hijos e Hijas de la Sagrada Familia; en ella cita como nueva fundación la casa de Barcelona; la Madre Colomina, por su parte, solicita al Prelado de Barcelona ser aceptadas en la diócesis como Religiosas Hijas de Jesús, María y José. En esta solicitud, fechada el 22 de mayo de 1884, afirma que son ya doce las reunidas. Junto a la solicitud le envía la copia de las Constituciones de 1884, las segundas que redactó el Padre. El Obispo Catalá pide el parecer del Obispo Casañas, el cual nombra al visitador de las Religiosas de la Sagrada Familia de Urgell, D. Francisco Roca, para que responda en su nombre. La respuesta de éste a Catalá establece que no hay inconveniente en aceptarlas siempre y cuando no vistan el mismo hábito ni lleven el mismo nombre.

Porque en el Capítulo de Talarn las religiosas de M. Anna M.ª Janer no habían renunciado al nombre. Y los obispos no estaban dispuestos a confusiones…

Que se les dé un título que no pueda jamás confundirse con el de Religiosas de la Sagrada Familia, v.g. Hijas de la Santa Casa de Nazaret, o bien de Jesús, María y José. Pero creo no conviene suene el título de “Sagrada Familia[5].

NUEVO NOMBRE:

HIJAS DE LA SANTA CASA DE NAZARET

Por ello, el Fundador nos da un nuevo nombre. Y al escribir las nuevas constituciones, que deben ser norma de vida para aquel grupo fiel, subraya:

  1. El nombre o título de este instituto es: Congregación de Hijas de la Santa Casa de Nazaret, o sea, de la Sagrada Familia Jesús, María y José. A estos venerará y honrará la Congregación como principales y únicos Patronos, procurando eficazmente imitar sus virtudes y propagar su culto y devoción. Además, la Congregación honrará como Abogados especiales a S. Miguel Arcángel con todos los coros de los Ángeles; todos los santos Apóstoles; S. José de Calasanz; S. Ignacio de Loyola; Sto. Tomás de Aquino; San Luis Gonzaga y Sta. Teresa de Jesús[6].

La fórmula de los votos fue escrita con auténtico esmero, dada la mala interpretación que se hizo de la primera. Y el nuevo nombre aparece con la coletilla habitual: o sea de la Sagrada Familia Jesús, María y José.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

            Omnipotente y sempiterno Dios, Criador del cielo y de la tierra; yo, N…, aunque polvo y ceniza, e indigna de comparecer delante de vuestro divino acatamiento, confiada no obstante en vuestra infinita piedad y misericordia, y movida del deseo de serviros, voto a vuestra divina Majestad delante de la Sma. Virgen María, de su castísimo Esposo S. José, y de toda la Corte celestial Pobreza, Castidad, Obediencia y Clausura perpetua en la Congregación de Hijas de la Santa Casa de Nazareth o sea de la Sagrada Familia Jesús, María y José, entendiéndolo todo según las Constituciones de la misma Congregación[7].

EL VIAJE DE 1888

La visita a Loreto marcó profundamente no sólo a M. Encarnación sino a todo el Instituto. De 1894 a 1950 nosotras nos llamamos “Hijas de la Santa Casa de Nazaret”, nombre que alude indirectamente a la Santa Casa de Loreto.

Por otra parte, a nivel espiritual, habíamos heredado del Padre Fundador la devoción filial de “entrar cada día en la Casita de Nazaret”:

Representémonos que nos hallamos allá en la Casa de Nazaret en compañía de nuestros amadísimos padres Jesús, María y José, oyendo sus palabras y observando sus acciones y que con paternal cariño dicen a cada uno de nosotros: Si quieres agradarnos, no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”[8].

Entra algunas veces al día en la casita de Nazaret y aunque brevemente, saluda con afecto y sumisión a los tres sagrados Personajes”.

El 19 de febrero de 1892, M. Encarnación Colomina solicita formalmente la fundación de la casa de Aiguafreda adjuntando las Constituciones de las religiosas Hijas de la Santa Casa de Nazaret[9].

El Obispo, el Dr. Morgades i Gili, las aprueba el 22 de julio de 1894, y con ello nacemos para la Iglesia con el nombre de “Hijas de la Santa Casa de Nazaret”. Respecto al tema del nombre no habrá diferencia con las Constituciones de 1884.

Cabe resaltar que el colegio de Aiguafreda es el primero en llamarse “Colegio Nazaret”[10]. Da la sensación de que es una manera de afirmar, tras tanta discusión, que no se nos puede confundir con las Hijas de la Sagrada Familia de Urgell. Ya veremos como, más adelante, este nombre se extenderá.

Una de las primerísimas vocaciones, Elvira Pascual, recibe en la vestición el nombre de Loreto.

En el corazón y la vivencia, Santa Casa de Nazaret y Loreto es lo mismo y la fiesta de la Virgen se celebra con solemnidad.

DESPUÉS DE LA MUERTE DE SAN JOSÉ MANYANET

Asistimos pronto a una reducción de nuestro nombre a nivel familiar o coloquial. Significativa es, en este sentido, la carta que escribe el obispo de Vic, el Dr. Josep M.ª Torras i Bages, en 1913, al obispo de Girona:

“Ilmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Gerona – Muy querido Hermano y amigo: como me llamaba V. la atención sobre la Congregación de Religiosas de Nazareth que tiene su casa principal y noviciado en Aiguafreda…”[11].

Parece que ya comenzamos a ser conocidas como “Religiosas de Nazaret”… Y hay una clara duda sobre cómo debe escribirse Nazaret.

M. Pilar Mas adjunta a las nuevas Constituciones de 1925 una carta en la que detalla cómo debe ser la religiosa Hija de la Santa Casa de Nazaret. Observemos que con frecuencia acorta el nombre y habla sólo de la Santa Casa:

La delicadeza y fidelidad con que se cumplan nuestras santas Reglas hará bajar gracias abundantísimas del Cielo para el completo logro de nuestros vivos y ardientes deseos de ver extendidas y propagadas por todo el mundo las virtudes de la Casita Santa de Nazaret; mas para ello precisa que cada una de nosotras seamos retrato fiel de nuestros Padres amantísimos J.M.J. Estudiemos en la predilecta Casita de Nazaret las virtudes que nuestros augustos Padres practicaron; entremos en ella frecuentemente; practiquemos las santas Reglas «a la letra, a la letra, a la letra; sin glosa, sin glosa, sin glosa» y después de haber perfumado, con nuestras virtudes y buenos ejemplos, la estancia santa que en la tierra el Cielo nos deparó, aumentaremos el catálago de los santos, seremos honra y prez de nuestro despreciado y humillado Instituto, elevándolo a la grandeza que le pertenece y volaremos en brazos de nuestro Amado Esposo a ser coronadas con los lauros que nuestra humildad, obediencia y sacrificios, en el destierro conquistamos.

La hija de la Santa Casa que no sienta estos ideales, la que no se esfuerce por amar a su Madre la Religión hasta el sacrificio, la que indigna y atrevidamente se permitiera hacer comentario alguno sobre las Constituciones y Reglas… esa no es hija legítima de la Santa Casa, e hija espúrea es, y la estancia o lugar suyo no es la santa casa de Nazaret[12].

 Es a M. Pilar a quien la tradición oral ha evocado siempre diciendo:

Si mil veces naciera, mil veces sería Hija de la Santa Casa de Nazaret”.

En esta época las religiosas ponen detrás de su nombre las iniciales R.S.C.N.

Pero ya entonces la espiritualidad se va centrando en la palabra Nazaret. Es ella la primera en generalizar, en cierto modo, la costumbre de poner a nuestras obras el nombre de Nazaret, un hecho altamente significativo. San José Manyanet dio el nombre de San José tanto al primer colegio masculino, en Tremp, como al femenino, ubicado en la calle Santa Anna, de Barcelona. Durante un breve lapso el colegio de Santa Anna pasó a llamarse “Sagrada Familia”[13], quizá porque así se conocía a las religiosas. Posteriormente, el colegio fundado en Sant Llorenç de la Muga recibió también el nombre de “Sagrada Familia” (1909), pero la casa de Madrid será ya “Colegio Nazaret” (1932). Tras éste vendrá el Colegio Nazaret de Los Realejos (1941) y muchos otros.

No obstante, con frecuencia el nombre Santa Casa sigue precisando una aclaración: lo vemos en los estatutos que escribe M. Pilar Mas, alrededor de 1935, para lo que hoy llamaríamos Asociación Laical. El escrito lleva por título:

Las Esclavas de la Santa Casa de Nazaret, Jesús, María y José” .

Las variantes sobre nuestro nombre -acortamientos y metonimias- se reflejan perfectamente en el manuscrito. En efecto, en la portada del opúsculo aparece tachado “de la Sagrada Familia”, término que se sustituye por “Santa Casa de Nazaret”. En el interior, el título es “Cooperadoras de la Santa Casa de Nazaret, Jesús, María y José” aunque a lo largo del texto se mantiene el término esclavas. Hay una total identificación entre Casa de Nazaret y Sagrada Familia.

Ya en plena guerra, M. Pilar escribe a sus religiosas, refugiadas en Roma, y les dice:

¡Bien! Yo las felicito y me felicito porque ese grupito de prófugas, en país desconocido, pero escogido por nuestros amadísimos padres J.M.J. y Manyanet, van a ser las nuevas restauradoras del Amadísimo Instituto de la Casa de Nazaret[14].

LA LENTA CRISTALIZACIÓN DE UN NOMBRE (1939-1949)

Muy pronto va a comenzar la cristalización de nuestra identidad en el nombre Nazaret. Así, al regresar a Barcelona y ver los desastres en los colegios, M. Pilar escribe a las religiosas de Güímar:

Ya trabajan los operarios, y el día de la Visitación por ser fiesta de Nazaret irá el Sr. Obispo de Vic a bendecir la casa. Celebrará de Pontifical y… nada, que se prepara una gran fiesta. Ya están trabajando los operarios desde que llegamos[15].

Las publicaciones

Los últimos años de M. Pilar son ricos en publicaciones. En todas ellas destaca el nombre “Hijas de la Santa Casa de Nazaret”. Citemos pues el Libro de costumbres del instituto religioso de Hijas de la Santa Casa de Nazaret (1946), el Tesoro espiritual de las religiosas Hijas de la Santa Casa de Nazaret (1946), y los libros presentados ante la Santa Sede con vistas a la obtención del Decretum laudis: Biografía de M. M.ª Encarnación Colomina, Cofundadora y primera superiora general  del Instituto de religiosas Hijas de la Santa Casa de Nazaret y la Historia del Instituto de la Santa Casa de Nazaret (1948).

Y no olvidemos que la primera vocación de las islas canarias, Erudina Cubas, comienza el noviciado recibiendo el nombre de M.ª Nazaret. Entre M. Loreto Pascual y M. Nazaret Cubas corre toda una historia…

El escudo

Aunque no hemos conservado medallas o escudos de antes de la guerra, sabemos que en el Capítulo general de 1941 se decidió unificar el escudo de la Congregación. Hasta entonces se había llevado fijado en el escapulario, delante del pecho, el de los tres corazones, símbolo de la Sagrada Familia, y para los impresos solía grabarse la imagen de la Santa Casa de Loreto. Esta diversidad no convencía a muchas; se decidió sustituir los tres corazones del escapulario por la imagen de la Santa Casa de Loreto, según el modelo tradicional de la Congregación que el P. Antonio Carrió S.F. había realizado bajo la dirección del Padre Fundador. El obispo de Vic dio la aprobación a esta modificación de las Constituciones en abril de 1942. Y en abril de 1945 el Consejo general encargó hacer los nuevos escudos de plata para todas las religiosas, que los recibieron el 8 de septiembre.

Unas fiestas suspendidas

En 1948 M. Pilar Mas llevaba al frente del Instituto veinticinco años. Con tal motivo había decidido unificar los festejos y celebrar con toda solemnidad las bodas de oro de Aiguafreda y la Sagrera y las bodas de plata de su generalato. La fiesta no se llevó a cabo y debió quedar en un sencillo acto pues no hay documentación sobre tal evento. Sí se hizo llegar a todas las casas un librito de pensamientos que, aunque no lleva título, ha sido conocido entre nosotras como Fragancias de Nazaret.

Va concentrándose, pues, toda nuestra espiritualidad en torno al vocablo Nazaret.

TERCER NOMBRE: MISIONERAS HIJAS DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

EL DECRETO DE ALABANZA: 16 de diciembre de 1950

Pilar Mas dejó toda la documentación a punto de presentar a la Santa Sede para la obtención del Decretum laudis. De hecho, el primer gesto de M. Cecilia Cros como superiora General será firmar toda esta documentación y asumir la gestión de la petición. En diciembre de 1950,

organizada una peregrinación a Roma del Colegio Montserrat presidida por el Muy Iltre. Dr. Gomà y el Consejo Generalicio, se solicitó y se obtuvo audiencia particular del papa Pío XII, prometiéndonos la inmediata Aprobación Pontificia e interesándose sumamente en la marcha del Instituto[16].

Habían emprendido el viaje, junto a un grupo de alumnas del colegio Montserrat, el 4 de diciembre de 1950. Viaja el gobierno general -M. Mª Cecilia Cros, Superiora General; M. M.ª Inés Batlle, Vicaria General; M. M.ª Encarnación Burgués, 2ª Consejera General, y M. M.ª Soledad Cros, Procuradora General- y van con ellas dos religiosas encargadas de las niñas. El grupo en total lo forman treinta y una personas.

El Papa recibió a las religiosas en audiencia particular el 9 de diciembre de 1950. M. Cecilia Cros le hizo una síntesis del desarrollo del Instituto y solicitó el Decretum laudis. El Papa respondía un “Bien merecido lo tenéis, hijas mías, bien merecido lo tenéis” que las llenó de gozo.

Cuatro días después del regreso a España, se recibía un telegrama del P. Magín Morera S.F. comunicando el fausto acontecimiento: ”Ayer 16 de diciembre, vigilia del aniversario del P. Fundador, Santa Sede concedió Decretum Laudis”. Es la fecha de nuestra aprobación pontificia.

El 2 de febrero de 1951 el P. Martín Millet S.F. comunicó que el P. Morera tenía ya el Decretum laudis, pero que al conceder la aprobación se había cambiado el nombre de “Hijas de la Santa Casa de Nazaret” por el de “Hijas de la Sagrada Familia”. Por tradición oral sabemos que el término “Casa” no complacía en Roma, por lo que sugirieron “Sagrada Familia”; y, también por tradición oral, ya que no se ha encontrado documentación al respecto, parece que el P. Morera sugirió añadir “de Vic” para distinguirnos de otras congregaciones de la Sagrada Familia que añadían su lugar de origen: Burdeos, Urgell, etc.

En realidad, entraban en conflicto dos perspectivas: por una parte los Hijos de la Sagrada Familia, en la persona del P. Magín Morera, tenían sumo interés en mantener el nombre originario que nos había dado nuestro Fundador: Hijas de la Sagrada Familia. Inicialmente pues, al gestionar el Decretum laudis, la Santa Sede, habiendo estudiado nuestros orígenes, nos “devolvió” el nombre que nos había dado el Fundador. Un escrito sin autor reconoce que el nombre de “Hijas de la Santa Casa de Nazaret” nos lo dio el padre Manyanet a causa de las circunstancias:

“Si el corazón de nuestro Padre (Manyanet) lo formó Dios para engendrar “Hijos de la Sagrada Familia”, ellas eran Hijas, aunque tuviera que ponerle, obligado por las circunstancias, los atavíos postizos a lo Jacob de “Hijas de la Santa Casa de Nazaret”; pero en realidad la voluntad del Padre era que se llamaran Hijas, como nosotros Hijos[17].

La Congregación, por su parte desea defender el nombre de “Nazaret” que, a lo largo de los años, ha pasado a compendiar la vida íntima con la Sagrada Familia. En la mente de M. Cecilia pesa haber sido conocidas desde la fundación -que en esas fechas se vincula a la fundación de Aiguafreda- como “de Nazaret”. Además, y por sugerencia del claretiano P. Eduardo M.ª Fabregat, se solicita anteponer el nombre de “Misioneras” pues ya comienza a gestarse nuestra nueva fisonomía. En la congregación masculina existe la certeza de que un nombre tan largo se sintetizará como “Misioneras de Nazaret”, desapareciendo, en la práctica, el nombre de “Hijas” que nos otorgó nuestro Fundador.

Sin embargo, este intento de fidelidad histórica -no olvidemos que el nombre nos fue prohibido tras el Capítulo de Talarn- chocó con el enorme afecto que en la congregación femenina suscitaba la palabra “Nazaret”. Rigor histórico frente a vivencia afectiva…

M.ª Cecilia decidió viajar a Roma para reclamar el nombre o bien añadir al que nos daban la palabra “Nazaret” (Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret). No se quería perder el vocablo síntesis de nuestra espiritualidad.

Ignorando las causas de tal mutación, se acuerda un nuevo viaje a Roma para recabar de la Sagrada Congregación nuestro mismo nombre o bien añadir al nuevo, la palabra “Nazaret” por el que somos conocidas desde la fundación. A los pocos días recibíamos un nuevo decreto por el cual quedábamos reconocidas en la Santa Iglesia con el nombre oficial de “Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret[18].

En realidad, el nombre que se solicitaba era “Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret” y la defensa se cernía en torno al vocablo Nazaret, pero M. M.ª Cecilia se encontró en Roma con el P. Fabregat C.M.F., el cual le sugirió añadir la palabra Misioneras[19]. Estaba en la línea de la vivencia eclesial del momento y, sobre todo, sintetizaba un cambio profundo en todos los niveles. El 13 de febrero de 1951 se nos concedía por rescripto añadir al nombre “Misioneras Hijas de la Sagrada Familia” el sintagma “de Nazaret”. M. Cecilia escribe gozosa:

Lo interesante ha sido que no desapareciese la palabra «Nazaret». De modo que, simplificando, salvo en los casos oficiales, seguiremos siendo «Religiosas de Nazaret» por cuyo nombre nos conocen los demás. Con él todo me suena bien, mayormente por suponer que después de defenderlo según lo hemos hecho, es manifiesta voluntad de Dios que así sea[20].

En cierto modo tenían razón los Hijos de la Sagrada Familia, que arguyeron que un nombre tan largo se sintetizaría haciendo desaparecer una palabra muy amada por el Fundador: Hijas.

El cambio de nombre, al incluir “Misioneras”, supuso una nueva premisa: poder ser enviada a cualquier lugar del mundo. M. M.ª Cecilia dejó claro que las que habían entrado con anterioridad podían negarse a ser trasladadas pero que no sería así para las que entraran en una congregación misionera.

La llegada a América supuso la cristalización de todo nuestro ser en torno al vocablo Nazaret ya que muchas obras del tiempo de M. Cecilia llevan sólo el nombre de “Nazaret”.

PESE A TODO UNA PALABRA PERMANECE: HIJAS

 A lo largo de nuestros tres nombres -Hijas de la Sagrada Familia, Hijas de la Santa Casa de Nazaret y Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret-, una palabra ha permanecido como aguja imantada que centra nuestro ser: Hijas.

Nuestro Fundador, san José Manyanet, destacó especialmente la espiritualidad de la Filiación. El nombre que él quería defender era Hijos e Hijas de la Sagrada Familia. Ese sentido de filiación se verá claro en La Escuela de Nazaret. Tanto Jesús, como María y José llaman repetidamente “hija” a Desideria. Tan insistente es el apelativo que queda claro que la identidad de Desideria es precisamente ser hija y que, al mismo tiempo, una hija se define por su ardiente deseo de complacer a Dios, por su ser Desideria. En 126 ocasiones escucha Desideria el nombre de “hija”.

Somos Hijas. Hijas de Dios, hijas de la Sagrada Familia, hijas de la Iglesia, hijas de san José Manyanet.

Pues aunque hayáis tenido muchos maestros en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús” (1Co 4,15).

Ser hija supone un gran honor y un gran compromiso:

Hijos de la Sagrada Familia. A la verdad: este solo calificativo debe llenarnos de esperanza y alegría santa, a la par que recordarnos constantemente que hemos sido llamados a copiar en nosotros con mayor perfección las virtudes de que nos dieron admirable ejemplo nuestros amados padres Jesús, María y José[21].

La misión que tenemos nace de ese sentido de filiación:

Nosotros, Hijos de la Sagrada Familia, que por nuestra especial vocación somos llamados para conducir almas al cielo, empezando nuestra santa misión por la educación e instrucción de la juventud según la doctrina y máximas de Jesucristo, enseñando y trillando, por decirlo así, el camino recto y seguro que a Él conduce por medio del ejercicio cotidiano de las hermosas virtudes[22].

LAS CONSTITUCIONES ACTUALES

Hasta 1985 no encontramos en las Constituciones un número dedicado a la reflexión sobre el nombre del Instituto. La elaboración del número 5 del nuevo texto constitucional fue lenta, pero supone un precioso compendio de nuestro ser:

“5. Nuestro nombre es Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

MISIONERAS: Somos misioneras porque nuestra consagración nos sitúa en el corazón de la Iglesia, cuya misión no es otra sino la de continuar y hacer presente en cada lugar y momento de la historia la misión de salvar al mundo que Cristo recibió del Padre. Unidas a Cristo en el Espíritu debemos vivir y manifestar nuestra vocación misionera como la vivió y manifestó Cristo: como un acto de amor en obediencia filial al Padre.

HIJAS DE LA SAGRADA FAMILIA: “Este solo calificativo debe llenarnos de esperanza y alegría santa, a la par que recordarnos constantemente que hemos sido llamados a copiar en nosotros con mayor perfección las virtudes de las que nos dieron admirable ejemplo nuestros amados padres Jesús, María y José”.

NAZARET: Significa y resume nuestro carisma, nuestro estilo peculiar de santificación y apostolado. Define nuestra identidad, unidad y continuidad.

Nazaret es vida interior, espíritu de familia ambientado en silencio, sencillez, respeto y amor. Trabajo en colaboración gozosa de obediencia filial.

Y, sobre todo, fidelidad a la ENCARNACIÓN que asume todo lo que este misterio significa de limitación y grandeza.

En Nazaret se vivió el evangelio antes de que Cristo lo proclamase al mundo; por eso las Misioneras de Nazaret debemos conocer, amar y vivir intensamente el Evangelio para comuniacr esta experiencia nuestra a los demás[23].

Nazaret será para san José Manyanet y sus hijas el santo y seña, el lema de una existencia y el compendio de un programa que debe renovar el mundo. La familia y la escuela de Nazaret serán la fuente inspiradora de toda nuestra obra.

Dolors Gaja i Jaumeandreu

 

 

[1] Al comentar el origen de nuestro nombre se hace forzoso aclarar algunos conceptos lingüísticos que deberemos tener presentes en nuestra evolución. En semántica lingüística, se denomina hiperónimo a aquel término general que puede ser utilizado para referirse a la realidad nombrada por un término más específico que se llama hipónimo. Así, “mueble” es el hiperónimo de “mesa”, “silla”… y “Sagrada Familia” lo es de “Jesús, María y José”. Definen realidades tan cercanas que, con frecuencia, y según contexto, se usan indistintamente.

Por otra parte, la metonimia es un cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas. Así “honrar la bandera” significa honrar el país que dicha bandera representa, y “Santa Casa de Nazaret” no se refiere a las paredes sino a sus habitantes: Jesús, María y José. Ser Hija de la Santa Casa es la metonimia de ser Hija de Jesús, María y José. Ello puede ayudarnos a entender que algunos cambios formales no han supuesto cambios de fondo.

[2] Roma. AEC (Archivo Encarnación Colomina). Carta de san José Manyanet a M. Encarnación Colomina y a otros religiosos, Sant Andreu de Palomar (Barcelona), 19 de marzo de 1878.

[3] El espíritu de la Sagrada Familia, también conocido como Meditaciones, en José Manyanet, Obras Selectas, BAC, Madrid, 1991 (De ahora en adelante se citará con la sigla MD). MD II, 3ª, Afectos, p. 562.

[4] AEC. Carta de san José Manyanet a M. Encarnación Colomina, Sant Andreu de Palomar (Barcelona), 30 de diciembre de 1879.

[5] Carta del Cardenal Casañas al Obispo Morgades, 27 de enero de 1892, en Disquisitio… Joseph Manyanet y Vives, Roma, 1978, p. 1001-1003.

[6] Constituciones de las Hijas de la Santa Casa de Nazaret, o sea, de la Sagrada Familia Jesús, María y José, año 1884.

[7] Ibíd.

[8] MD I, 21ª, Preludio 1º, p. 539.

[9] El título llevaba la nota aclaratoria que posteriormente desaparecería «o sea, Hijas de la Sagrada Familia Jesús, María y José».

[10] Barcelona. ADB (Archivo diocesano del obispado de Barcelona). Acta del Capítulo Hijas Santa Casa de Nazaret. Barcelona,15 de septiembre de 1905.

[11] Vic. ADV (Archivo diocesano del obispado de Vic). Carta del Dr. Torras y Bages, obispo de Vic, a D. José M.ª de Alós. 14 de mayo de 1913.

[12] Roma. AGMHSFN (Archivo General de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret). Epistolario M. Pilar Mas. Carta de M. Pilar Mas a la comunidad del colegio Ntra. Sra. de los Ángeles (Barcelona), Aiguafreda, 15 de agosto de 1925.

[13] Roma. AGMHSFN. Censo del Colegio de la Sagrada Familia (Calle Sta. Ana) (1897-1898).

[14] Roma. AGMHSFN. Epistolario M. Pilar Mas. Carta de M. Pilar Mas a M. Loreto Pascual y Comunidad, Génova (Italia), 15 de abril de 1937.

[15] Roma. AGMHSFN. Epistolario M. Pilar Mas. Carta a las religiosas de Güímar, 1939.

[16] Roma. AGMHSFN. Memoria capitular 1950-1957.

[17] Barcelona. ASG (Archivo de los Hijos de la Sagrada Familia). Escrito sin fecha ni autor.

[18] Roma. AGMHSFN. Actas del Consejo General. Acta nº 1/1951, Aiguafreda, 16 de febrero de 1951.

[19] Tradición oral. “Oí esta explicación del P. Fabregat que decía: yo tuve algo que ver en que vosotras fuerais misioneras, el nombre os lo di yo un poquito…”. Testimonios de la Congregación  -M. Josefa Vila, entre otras- me corroboraron esta explicación.

[20] Roma. AGMHSFN. Epistolario M. Cecilia Cros. Carta al Rdo. P. José M.ª Murall, S.J., Barcelona, 2 de marzo de 1951.

[21] MD I, 21ª, 1º, p. 539-540.

[22] MD I, 19ª, 2º, p. 533.

[23] Constituciones de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, año 1985.

Dos grandes libros

Grandes, no sólo por su volumen y extensión – 760 y 423 páginas – sino por la riqueza de su contenido. Los dos forman una obra que por primera vez presenta de forma sistematizada y con un amplio soporte documental la historia de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

Para conocer cuál ha sido el camino recorrido hasta llegar a su publicación comparto el artículo escrito por una de sus autoras, M. Dolors Gaja. Felicitémonos por contar con esta obra, y felicitemos a las que la han hecho posible.

La historia de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret

NAZARET, HOGAR, ESCUELA, TALLER Y TEMPLO EN EL MUNDO. FUNDACIONES 1874-2013

PANORÁMICA DE LA HISTORIA DE LA CONGREGACIÓN. 1874-2013

Los libros que acaba de publicar la Curia General son fruto de un sueño largamente acariciado por la Comisión histórica. Escribir historia obliga, entre otras cosas, a leer documentos, libros y biografías de otras Congregaciones en un intento por buscar siempre el mejor modelo y la mejor orientación. Así fuimos percatándonos de que las Congregaciones tenían, en su gran mayoría, una historia de su Congregación. La de nuestros hermanos se llama Síntesis histórica de los Hijos de la Sagrada Familia. La nuestra “aún” no tenía una historia congregacional y nos pareció una seria laguna. Desde que M. Pilar Mas presentara en 1948, de cara a la aprobación del Instituto, su Historia del Instituto de la Hijas de la Santa Casa de Nazaret… ¡habían pasado tantas cosas!

M. Edith Gutiérrez, gran impulsora de las publicaciones históricas, solía pedir que le expusiéramos proyectos. En 1998 le presentábamos ya el sueño que llamamos espontáneamente “Álbum conmemorativo”, quizá por estar pensado de forma parecida al que tienen las Hijas de la Sagrada Familia de Urgell. Otras prioridades hicieron que, de momento, no pudiéramos ponernos “manos a la obra”. Pero en 2004 se volvió a insistir en la necesidad de priorizarlo: salían biografías pero… ¡nos faltaba la historia institucional! Ese año se presentó ya un primer esquema y en verano de 2005 nos pusimos a ello. Cuando se vio la envergadura del proyecto fue la misma M. Edith quien propuso que se dividiera la obra en dos: un libro recogería la historia de las casas, el otro debía centrarse en los hechos que han ido jalonando nuestro desarrollo.

Del primero se encargarían: M. Anna Sánchez, que redactaría las casas de España, Camerún, Bélgica e Italia; M. Ciria Carmona, sería la encargada de Venezuela, y M. Inmaculada Velasco escribiría sobre las casas de Colombia y Ecuador. Por suerte, la Delegación de Brasil-Paraguay contaba ya con la historia de sus primeros veinticinco años elaborada por M. Núria Mascort y M. Nelma Pereira. Del segundo libro, que pronto se llamó “Panorámica”, se encargaría M. Dolors Gaja.

El trabajo, comenzado con ilusión y empuje, fue lento y sumamente laborioso. El hecho de trabajar muchas y en equipo enriqueció la visión pero fue preciso consensuar fecha a fecha y dato a dato cuando teníamos distintas relaciones que debíamos contrastar.

El libro de las casas sufrió la merma de M. Ciria cuando ésta fue trasladada a Venezuela, por lo que M. Anna Sánchez asumió la historia de las casas de Venezuela y además hizo la redacción y actualización final de las casas de Brasil-Paraguay dándoles la misma estructura que tenían las otras.

Este libro está organizado por delegaciones, las que existían en el año 2013, y en cada una de ellas, por casas abiertas y cerradas, tal como estaban en ese mismo año. La historia de cada fundación se narra siguiendo centros de interés. Unos ejes cronológicos aclaran visualmente la historia narrada.

La Panorámica, que abarcaba desde los inicios hasta el generalato de M. M.ª Teresa Marco, fue ambicionando más y más documentación. Los generalatos de M. Eulalia Buixens y M. Edith Gutiérrez se recogieron en amplios anexos. Y por primera vez se hizo la relación de formadoras de la Congregación, Consejos delegacionales, primeras misioneras… M. M.ª Belen Aragón dedicó horas y horas a documentar los anexos que, para la comisión, tienen especial valor por lo que tienen de investigación. M. Ramona Gabarró revisó los textos y las pruebas de impresión, además de ser autora de algunos anexos. También contribuyeron en este apartado M. Nhur Luque, M. Cecilia Cortacans y M. Edith Gutiérrez. Colaboraron en la transcripción y supervisión M. Lourdes Brito y M. Inmaculada Velasco. Las portadas son diseño de M. Anna Sánchez y M. Aurora Montesdeoca. La lenta y difícil selección de fotografías se realizó entre M. Belén Aragón y M. Anna Sánchez.

Pues sí: estamos orgullosas de ambos libros y creemos que es gran aporte para todas. Por ello, esperamos que os guste y os enriquezca.

Dolors Gaja, 7 de enero de 2016.

Bienvenida

«Poner atención en la propia historia es indispensable para mantener viva la identidad y fortalecer la unidad de la familia y el sentido de pertenencia de sus miembros. […] Se trata de recorrer el camino de las generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los valores que las han impulsado, partiendo de los fundadores y fundadoras y de las primeras comunidades. También es una manera de tomar conciencia de cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos. […] Recorrer la propia historia es alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones».  

Estas palabras del papa Francisco en su carta a todos los consagrados expresan los deseos que animan a todas las que en nuestra familia religiosa dedicamos nuestro tiempo a dar a conocer nuestras raíces.

El contenido de este blog debe mucho al encargo que recibí en septiembre de 2013 de coordinar la comisión histórica de la congregación. A partir del trabajo que otras personas habían hecho durante muchos años para ir recogiendo y ordenando documentos, para mí ha sido un honor y una responsabilidad poder seguir esta tarea de investigación, y, sobre todo, de facilitar el acceso a las fuentes de la historia de nuestra vida al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

En la familia he recibido la capacidad de admirar y agradecer todo lo bueno que las generaciones precedentes nos han entregado como herencia para construir un futuro mejor. En la universidad me facilitaron las herramientas para el trabajo de historiografía a partir del método histórico-crítico. En la congregación he tenido la oportunidad de estudiar nuestros orígenes como familia religiosa, he recogido el testimonio de muchas hermanas mayores que vivieron tiempos decisivos de nuestra historia; y, con el paso de los años, puedo decir también que he sido testigo de la gran riqueza de vida que el carisma ha inspirado y sigue inspirando en las personas que lo reciben.

Por todo ello, y con el deseo de compartir el gozo y la responsabilidad de vivir y transmitir el carisma recibido por san José Manyanet y madre Encarnación Colomina, hecho vida en la entrega de tantas vidas al servicio de la educación de las nuevas generaciones, ofrezco mi modesta aportación a través de este blog, para recorrer nuestra historia, y así «alabar a Dios y darle gracias por todos sus dones» (VC 110)